06 Jul
06Jul

Ya podemos confirmar que las actuales propuestas de compañías independientes ajenas a las producciones de terror mainstream están poniendo sus frutos para imponer una nueva era en este género, tan maltratado por medio de las alargadas secuelas y sus continuas nuevas versiones de clásicos que de verlos te hacen sangrar por los ojos.


“Hereditary” propone un estilo bizarro a lo “Semilla del Diablo (Roman Polanski- 1968), una de esos films que hacen contigo lo que le da la gana: te producen mareos ante las horripilantes imágenes o es capaz de dejarte sin aliento con sus ensordecedores sonidos. Te ubica en un ambiente hostil, desalentador en esas cuatro paredes donde parece que la locura no tiene final.
Sus personajes son el reflejo del descenso a la locura, derrumbados con los acontecimientos que acaban en una catarsis colectiva. Identificarse con ellos es imposible, pero somos capaces de sentir la desesperación por no entender nada, el delirio y consecuentemente la pérdida absoluta del control, con solo ver sus desgarradores miradas. Destacar a Tony Collete, una mujer que está para todos los premios posibles con la actuación más completa de la temporada; y a Milly Shapiro, una debutante la cual se ha convertido en la figura icónica del filme y en un futuro, de culto. Su espeluznante sonido que ya todos conocemos  y su inquietante rostro facial quedan grabadas en nuestra memoria. Sorprendentemente, su participación se simplifica en menos de media hora.


La dirección de Ari Aster es esencial para crear toda esa atmósfera. No le hace falta hacer uso de la variedad de clitchés que establecen los modelos monótonos del terror comercial. Con el simple movimiento de la cámara usando el plano secuencia lento por los pasillos es capaz de producir una sensación de incertidumbre de que algo va a suceder, y para nada es alentador.


Pero desgraciadamente todo se va al traste con su final. Explicarlo significa hablar con la persona que se encargó del mismo, que estoy seguro que no fue Ari Aster. Sus primeros dos tercios de película no guarda ninguna relación con su último tercio en ninguno de los aspectos: su ritmo es exageradamente acelerado, en comparación con el otro más pausado; se utilizan los repetidos “jumpscair”, algo que la película se negaba a utilizar. Toda la historia que se iba desarrollando con calma se convierte en revelaciones con prisa y sin sentido, escenas verdaderamente inverosímiles. Lo que haga referencia a la última escena provoca carcajadas muy merecidas.

Por eso digo que se queda a un paso de la gloria, porque su final, que pasa casi el borde de la falta de respeto, eclipsa todo lo bueno que la película había establecido al principio.

LO QUE MÁS ME GUSTA: Su manejo de recursos para causar una tenebrosa atmósfera 

LO QUE MENOS ME GUSTA: Su atípica, casi insultante media hora final

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