27 Jun
27Jun

Entender a Westworld es comprender un jeroglífico, el complejo sistema de escritura ideado por los egipcios hace millones de años y que hoy lo hemos encontrado, en una forma más moderna y avanzada. La diferencia no radica en los materiales sobre los que se escribe ni de cuando hablamos cronológicamente, sino en la mente de quien lo escribe. Jonathan Nolan.

Hablar de esta serie requiere de mucha valentía y saber, explicar a la audiencia cada vez más perdida en el laberinto tramposo de ideas del parque futurista no es tarea ni mucho menos sencilla. No vengo a desarrollar una teoría sobre su sorprendente (diría incrédulo la persona que no hubiera entendido nada) final de temporada, de sus secretos escondidos. Yo vengo a decir en esta corta opinión del por qué merece ser tan debatida.

Se la puede catalogar de ofensivos adjetivos que me he llegado a encontrar en otras críticas, las cuales la señalan de “tramposa” y que “gira en torno al giro, solo en sorprender constantemente sin una cohesión narrativa”. Algo de razón tienen, pero todo ello es por un motivo. La serie peca curiosamente de su propia pretensión, de ser en mi opinión y en la de muchos como una de las más ambiciosas de la historia. Y lo confirmamos con datos reales en torno a su enorme presupuesto.

Hablábamos en su primera temporada, que sigue manteniéndose hasta el momento como la mejor entrega, de sus tantas virtudes, destacando su esfuerzo al unir dos géneros que eran por la simple lógica opuestos, el western y la ciencia ficción, haciéndolos ir de la mano y compenetrándose de una manera perfecta siguiendo una naturalidad; su elenco de actores vastísimo, tan plagado de estrellas veteranas como de nuevas sorpresas, haciendo que todos ellos tengan su minuto de gloria en cada trama unipersonal. Y lo mejor, su capacidad de sorprender, no necesariamente por su constante sobre-explicación de los hechos que se muestran y las piezas que se van desengrasando, sino por los propios espectadores. Dar a la audiencia un papel clave a través de pistas en los detalles menos percatables, como en el fondo de un plano o las palabras recitadas por uno de los personajes, que de ellas se va formando un extenso puzle.

Westworld sigue siendo, permitírmelo señores lectores, la “releche”. Una obra que rompe con todos los moldes de la narrativa convencional del mundo de las series, pero que en esta temporada analizándola y comparándola con la primera no termina siendo igual de sobresaliente.

Lo que antes decía de “pecar de su propia pretensión” hace que su autoestima esté por las nubes y perjudique a un espectador perdido y sin ayudas. No digo de ponerte en tu mentón “mira, esto es esto, esto, esto..”, ese no es el verdadero juego de la serie. Tender a abrir y estirar los abanicos argumentales de sus historias que en un final no te llevarán a ninguna parte y solo traerán complicaciones. Su pretenciosidad, sus ganas por sorprender, caen en un homicidio involuntario contra el espectador. Lo que quiero proponer como mejora se encuentra en el 2x09, el mejor de la temporada: increíbles revelaciones que se muestran de una forma mejor entrelazada y que van justamente al grano, a resolver y no abrir más brechas.



El 2x10 es épica visualmente por todo lo que se amontona en más de una hora, pero que resulta en un caos de ideas, que nunca llega a tener un climax final por su necesidad de terminar con los hilos tan estirados previamente. Eso se pudo haber solucionado en los episodios anteriores, que apenas muestran conceptos nuevos (que son pensadas para ser increíbles sorpresas como enseñar el “Shogun”, el parque ambientado en el mundo samurái, y que en el fondo no tiene NADA de relevancia. Que lo viéramos o no lo viéramos no nos iba a quitar el sueño) y pierden mucho el tiempo de un lado para otro. El dinamismo en cuanto a ritmo se ve gravemente perjudicado.

Aunque tengamos muchos personajes, siempre se definen a sus claros protagonistas: Dolores (la sorpresa del año pasado Eva Rachel Wood) y Maeve (Thandie Newton) forman los dos bandos, las dos con un claro objetivo pero que se diferencian en sus formas, una más pacífica y otra más nihilista. El desarrollo de ellas es muy satisfactorio, han cambiado como personajes en cuanto a las decisiones que tan tomado por sobrevivir. Aunque viendo su episodio final, una sale mejor parada (no lo digo en cuanto a muerte, sino en su escritura de personaje) que la otra. Como complementos, seguimos teniendo a los veteranos Anthony Hopkins y Ed Harris, el señor Ford y el Hombre de Negro, respectivamente, cada uno tiene su historia apasionante y que todavía no han mostrado sus mejores cartas.

 En definitiva, Westworld es ya una obra de culto, da igual lo que siga después, porque ha roto con lo establecido. Si quiere dar el paso a una obra maestra y dar el paso al denominado “Olimpo de las series”, debe mirar al suelo y no confiarse en exceso. Los ingredientes ya los ha puesto encima de la mesa, solo hace falta prepararlos correctamente.

LO QUE MÁS ME GUSTA: La tremenda armonía entre su música y su bella imagen 

LO QUE MENOS ME GUSTA: La irrelevancia de los nuevos parques temáticos 


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