LA VIDA DE BRIAN: Pocos divierten tanto como ellos

Era 1979 y el mundo estaba encerrado por una muralla llamada moralidad. No te podías pasar ni un milímetro porque sino los guardias te pillaban. Así funcionaba el cine, donde los tapujos y las restricciones marcaban las pautas para hacer una película. Valientes salían y se marcaban escenas violentas y sexuales, pero su figura no salía en ningún medio. Fueron considerados genios para gente minoritaria.


Hasta que los Monty Phyton llegaron e implataron su bandera personal con un lema significativo: “Aquí estamos nosotros”. Lo que quedó de muralla fueron cenizas.


La Vida de Brian es hasta la fecha una de las sátiras más locas de la historia, y si doy mi opinión que para eso estoy, es con diferencia la cima de la montaña. Una locura desenfrenada que no sabe ni siquiera donde está metida. Se desentiende de las reglas monótonas del cine. El orden y la coherencia se borra con goma, escribiéndose posteriormente con lápiz la palabra demencia. Terry Gilliam y sus demás secuaces pintarían por toda la plaza del Vaticano esta palabra para dejar claro que están demasiado “fumados” y que nadie les va a parar.

Es una tarea encontrarle un alto sentido de conexión al arte o un grado de moralidad sumamente alto. Sobre todo lo último. Escupen sin vergüenza contra la religión y su desorbitado fanatismo, que a veces es digno de mencionar pero por esa presión que existe nadie dice nada.


Es de valientes crear una obra de tal calibre, valiéndose de todas las críticas posibles. Pero nada sabe que esto no debe tomarse en serio, porque quitas la magia del visionado. Pedirles que recreen un final dramático se asemeja a pedirle a tu perro que recite una poesía de Cervantes. No buscan eso.


De su fuerte personalidad sale su gran valor, de su “Pijus Magnificus” sale una frase para la historia, de la madre feminista quedará un personaje memorable y de su final, sin palabras. No hay palabras que definan lo que intentaron hacer ya que nunca lo intentaron. Les salió solo por su talento. Pocas comedias tienen ese carisma para despeglar risas. Brillante aun siendo desordenado y sin encontrarle en muchas ocasiones un sentido a lo que ves. Como sabes que se reduce a la misma idea, te quedas sin pensar, tranquilo y relajado.

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